Las monjas estamos sujetas a la ley común del trabajo, de manera que colaboremos a hacer este mundo cada vez mejor, realizando así a la vez nuestra vocación. Nuestro trabajo es parte constitutiva de nuestro esfuerzo para ir creciendo en la perfección cristiana. Solamente con este trabajo realizado con toda seriedad se obtiene la santificación de todas las cosas en Cristo, y el retorno de toda criatura a su Creador.